Vanguardias literarias en Argentina

 

Hola, mis queridos lectonautas. Nuevamente aquí estamos con un nuevo posteo y esta vez vamos a hacer una breve referencia al surgimiento de las vanguardias literarias en Argentina y, por supuesto, a la importancia que tuvo la revista Martín Fierro como espacio para difundir las nuevas ideas artísticas que revolucionarían la literatura a comienzos del siglo XX. 


Surgimiento de los proyectos de vanguardia en Argentina

El comienzo de los proyectos de vanguardia en la Argentina tiene comienzo con el surgimiento de la revista Prisma (1922), revista mural que es vehículo de la inquietud renovadora, y con la publicación de dos libros: “Veinte poemas para ser leídos en un tranvía” (1922) de Oliverio Girondo y “Fervor de Buenos Aires” (1923) de Jorge Luis Borges. Como si lo animara un espíritu de impetuosa aventura, el mundo por aquellos años estaba dispuesto a la adopción de nuevos procedimientos y estilos. Aquí serían conocidos como los martinfierristas, en Francia como los fantasistas p los creacionistas y en los países de Europa Central como expresionistas, que van a dar respuesta a la misma aparición renovadora. En todas partes se anhela una transformación estética profunda. La modernidad es la insignia de las nuevas generaciones, que tras ella se encaminan hacia el huidizo porvenir al tiempo que ensayan toda suerte de experiencias verbales.

En nuestro país, el espíritu colectivo está preparado para asumir a tónica, los temas y el arsenal retórico que proponen los integrantes del movimiento martinfierrista, movimiento que viene a señalar una notoria disidencia en relación a los gustos y hábitos de los discípulos de Rubén Darío, es decir, del modernismo.

A fines de 1921, Borges trae a nuestro país las libertades formales y los modos expresivos de la escuela ultraísta, concebida en España bajo el sutil magisterio de Rafael Cansinos Assens. El escritor argentino junto a González Lanuza, Guillermo Juan y Francisco Piñero lanzan la mencionada revista Prisma y luego su congénere Proa (primera época). Dos años después, en 1924, propone a Buenos Aires y al país la segunda Proa, empresa que lleva adelante con Güiraldes, Rojas Paz y Brandán Caraffa. Justamente ese mismo año se funda Martín Fierro, cuyo principal animador, Evar Méndez, divulga los nombres de casi todos los oficiantes de la nueva estética. Para medir el alcance real del movimiento martinfierrista, conocido por algunos críticos como una revolución literaria, procede insistir en lo mucho que tiene de común con las otras escuelas y cofradías juveniles que en esos años se disputan la atención del mundo. El martinfierrismo es una de tantas manifestaciones determinada por la época. En Martín Fierro se congregan los colaboradores de muchas publicaciones juveniles de aparición simultánea; de tal modo, aquella se convierte en símbolo o emblema de los esfuerzos parciales que por entonces se cumplen. Dado este carácter simbólico de Martín Fierro no es fácil someter a un común denominador su contenido, por mucho que sea espejo de tendencias coincidentes y bienvenidas. El martinfierrismo viene a ser una vasta simplificación de energías que, si bien proceden de fuentes diversas, acaban por constituir una nueva realidad literaria. El posmodernismo, por ejemplo, alterna en las páginas de Martín Fierro con los intentos de quienes militan bajo las banderas del ultraísmo o del creacionismo. En la revista se mezclan autores que abordan el pasado inmediato (Ganduglia, López Merino, Pedroni, Molina, Iturburu, Tiempo, etc) con los que se inclinan hacia la aventura temeraria y la disidencia ferviente (Borges, Girondo, Lanuza, Macedonio Fernández, Keller Sarmiento, Marechal, etc). Ahora bien, tras un abreve etapa de búsqueda y tanteos, ambas legiones se influyen entre sí, creando una tónica que viene a ser como la esencia del martinfierrismo. Esa influencia recíproca compone una compleja unidad donde caben los atributos del declinante modernismo y los de un presente que se complace en las más insólitas experiencias. No obstante, en sus dos últimos años, la famosa revista concede una hospitalidad casi exclusiva a los ultraístas y a ciertos abanderados locales del creacionismo, como si la “modernidad” hubiera logrado imponer sus derechos.



El espíritu de la época tiende a renovar el arsenal de símbolos y se esfuerza por quebrantar los mecanismos verbales y las formas automáticas en boga. El largo reinado poético de Rubén Darío y Lugones, cuyas fórmulas y motivos desgastaron sus continuadores, explica el vigor de de la reacción que empieza a manifestarse hacia 1922. La primera posguerra es un período signado por la movilidad y la esperanza. Los pueblos tiene confianza en la Sociedad de las Naciones y e la perduración de la paz. La dura contienda ha sido un exceso de realidad y, como una prolongación del aturdimiento de las trincheras, el mundo se aturde conforme a las reglas del buen deporte y del veloz turismo. Regidos por un sentido afirmativo de la vida, en numerosos pueblos es dable advertir una firme voluntad de cambio, un estado de espíritu más atento al porvenir que al pasado.

El ritmo del fox-trot, el rostro de Greta garbo y las hazañas de los aviadores que atraviesan mares y continentes son motivos de admiración pública. En nuestro país, los estudiantes conmueven los cimientos de anacrónicas estructuras para reemplazarlas por el evangelio laico de la Reforma Universitaria. Todavía es frecuente la caricatura política, expresión de un sentido del humor que parece haberse perdido. Los regimientos solo salen de los cuarteles para desfilar ante las autoridades de la Nación. Las opiniones políticas afloran en los centros literarios y las guerrillas no van más allá del plano estético, el nombre de Clemenceau está en todas las bocas, el presidente Wilson es llamado “el apóstol de la paz”, Stalin se posesiona del poder en Rusia, Alberto Hidalgo funda la Revista Oral, los pintores Spilimbergo, Xul Solar y Pettoruti son vistos por la gente de Martin Fierro, Tatiana Pavlova y Luis Pirandello suscitan vehementes aplausos y Alfonso Reyes llega como embajador de su país ante nuestro gobierno. Estas son las circunstancias más notorias que enmarcan o definen los años del proceso martinfierrista. Cabe aclarar que entre los escritores por aquel entonces hay una coexistencia pacífica. 

Aportación y doctrina

En la medida en que el ultraísmo tiene tribuna y eco en Martín Fierro, casi todos los colaboradores de dicha publicación sienten el influjo de esa escuela literaria. En consecuencia, el movimiento martinfierrista se vuelve más homogéneo y coherente. Antes de esa mudanza, quienes integran sus filas cumplen esfuerzos estimables pero carecen de una base estética compartida. Necesario es admitir que ninguna generación literaria puede definirse como tal si no presenta un cimiento doctrinario común, condición que no siempre se tiene en cuenta. Cabe afirmar que hay una generación martinfierrista en cuanto sus componentes se avienen a canonizar ciertas normas y también ciertas libertades. La legión ultraísta sostiene que, no siendo la prosa el medio natural de la metáfora, esta debe acudir al poema, donde el lenguaje conceptual o lógico suele ser un estorbo. De acuerdo con este precepto, el poeta aplica a comunicar estados, operaciones internas, como si hubiese renunciado al manejo de elementos narrativos. Ni descripción ni desarrollo argumental: solo la magia instantánea de la metáfora. La generación de Martín Fierro al mismo tiempo que reacciona contra cierta añosa simbología atenta a Versalles, Chipre y Bagdad, aboga por la caducidad de toda norma musical y métrica. En suma, su aportación puede condensarse así: el ejercicio tenaz de la metáfora, adopción del verso libre y rechazo de los placeres auditivos provenientes de la rima. Los profesantes de la nueva estética practican un arte barroco, pero al mismo tiempo tratan de asumir temas dotados de cierta dignidad patética. Se defienden del prosaísmo mediante el uso de un vocabulario a la vez grave y tierno. Sin perjuicio de los matices locales, que se van acentuando con el tiempo, acaso pueda afirmarse que los fantasistas y creacionistas franceses son los compañeros de ruta de nuestros innovadores. El surrealismo no es dable mencionarlo como antecedente ya que solo empieza a propagarse a partir de 1924 y el expresionismo alemán, no muy propenso a la metáfora, apenas resulta audible en las orillas del Plata.


Referencia bibliográfica: 

Mastronardi, C. El moviemiento de Martín Fierro en Historia de la literatura argentina 4. Los proyectos de vanguardia. Buenos Aires : Centro Editor de América Latina,  1968. 

¿Qué otros movimientos artísticos conocen además de los que se mencionan en el texto? Los leo... 

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